Poner límites duele y calienta

Recientemente leí el artículo acerca de las reglas y límites en la adolescencia publicado en tuadolescente.com, que seguramente tú también leíste. A mi me hizo recordar lo difícil que es tener y poner límites a los hijos, particularmente a los adolescentes. Recordé entonces un ritual que pude observar hace algún tiempo y que me permitió entender el verdadero sentido de los límites y el significado original de la autoridad del padre.

Existe una comunidad enclavada en la sierra de Durango en donde los jóvenes al cumplir diez u once años, pasan por un ritual místico para protegerlos en el camino futuro que van a enfrentar. Para ellos no existe la adolescencia, saben que van a explorar el mundo, lejos de sus padres, o al menos distanciados.

Un viernes por la noche se reúne la familia alrededor de un horno tradicional. Este se enciende con carbón para que alcance una temperatura muy alta y se mantenga así por un tiempo. La madre entonces debe llenar una sartén de barro tradicional con carbón ardiendo. Mientras lo intenta, los espectadores la animan. Para los observadores se vuelve un juego divertido, pero para la madre y su pareja es un proceso doloroso. En un primer intento la mujer atrapa algunos carbones encendidos, en el segundo intento algunos más, y así hasta que toma el valor suficiente y llena la sartén con carbón encendido. Cuando lo logra viene el júbilo, y la euforia invade a los asistentes porque el fuego fue conquistado por las manos de la valiente mujer. Ahora es el turno del padre que repite el proceso. También otros participan, algunos ceden ante la presión de los amigos y mejor se van. Los que se quedan, que son pocos, toman mezcal para tomar valor. El fuego ha alcanzado su punto máximo, y quien toma la sartén por el mango, hace muecas de dolor. Luego otro se lanza a intentarlo, pero a la primera saca la mano muy rápidamente. En un segundo intento deja el recipiente dentro del fuego por también sacar la mano rápidamente. Toma entonces otro trago de mezcal, y ante la presión de los compadres, logra llenar el recipiente con el carbón ardiendo, consumando así el éxito. La fiesta se extiende y dura toda noche y buena parte del día siguiente.

Te cuento esta historia para que juntos podamos comprender el sentido de los límites. Ellos piensan que las personas llevan el fuego en su interior. Si al crecer sus padres no luchan por ellos, corren el riesgo de incendiar el mundo. En cambio cuando su madre y el padre meten las manos al fuego por su hijos, se convierten entonces en dignos herederos de las tradiciones y de la raza.

Entonces un límite es un borde, una frontera que permite proteger a los hijos, como la sartén (una frontera que protege del fuego) que evita que se incendie con sus emociones desbordadas. Claro que a veces para poner límites, se queman manos y arden corazones. La autoridad del padre se mantiene en la medida que el hijo asimila la lucha y las batallas que los padres enfrentan. Cuando el hijo observa que “los padres meten las manos al fuego por él”, entonces se da cuenta del gran amor que representa este acto. Un ejemplo de esta lucha se ve en las madres sumamente persistentes, que lloran y se duelen, pero que no cesan su lucha hasta que liberan al hijo de alguna dificultad o problema que amenaza su corazón. Una madre constante no es la que no se cansa, más bien es la que expresa su cansancio, pero que sigue sosteniendo y protegiendo a su hijo. La que cada día renueva su autoridad, de esta manera estableciendo límites. Esta es una habilidad que se centra en un genuino interés y sobre todo en un profundo amor. Sin constancia no hay autoridad, sin autoridad no hay límites y sin límites se corre el riesgo de que nuestro interior incendie al mundo.

Cuando un adolescente ve que el padre se quema las manos por él para sacarlo de en medio del fuego, puede entonces reconocer el dolor que el padre sufre para protegerlo. Reconoce entonces la autoridad y acepta los límites, entendiendo que son para protegerlo de esas emociones internas que pueden llevarlo a rebasar “el borde” y lastimarse. Por ello la mejor herencia es el entender que los límites protegen. Aun cuando los hijos protesten, después con lágrimas de agradecimiento, reconocerán que la sartén les salvó la vida.

Uziel Morales-Amaya

Maestro en Psicoterapia, niños y adolescentes.

Conferencista.

Correo: uziel_moam@hotmail.com