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Acompañando a los padres con hijos adolescentes
madres demasiado buenas, hijos inútiles
Adolescencia

Soy un padre demasiado bueno

madres demasiado buenas, hijos inútiles

Hay padres que tratan a toda costa de ser buenos con sus hijos…

Soy un padre demasiado bueno, ¿alguna vez  lo has pensado? ¿te lo han dicho? Todos los padres somos diferentes y con nuestras propias ideas, pero existen algunas situaciones que nos ayudan a entender mejor el papel de ser padre, más allá de su rol convencional. Un padre debe construirse trabajando en su personalidad, (el ser padre es un estado psicológico que se construye en la persona, no surge solo). Lo que generalmente ocurre es que llega primero el hijo antes que la persona realice este trabajo personal. Esto se traduce en un conflicto entre tiempos psicológicos, lo cual lo conduce a reaccionar asumiendo el rol de padre influenciado bajo la percepción cultural en la cual está inmerso, o de acuerdo a lo que siente que los demás esperan de su parte.

Muy frecuentemente, por querer ser buenos padres, sacrificamos la posibilidad de ser padres eficaces. Quizá porque alguien o algo nos hizo creer que debíamos ser padres perfectos e intentamos en la medida de lo posible ser padres ideales. Ese tipo de padres sólo existen en las películas o en los cuentos de princesas… Y sin embargo, esta creencia nos ha llevado a distanciarnos de una realidad: en la adolescencia es más benéfico ser un padre eficaz en lugar de un padre demasiado bueno.

En la etapa de la adolescencia los hijos han aprendido a utilizar las herramientas que tienen a su alcance para poder sobrevivir, y la herramienta más poderosa que aprenden a usar son a los padres mismos. Esto no significa necesariamente ”manipular”, más bien ellos intentan simplemente sacarle el máximo beneficio a las diferentes situaciones que enfrentan día con día. Los adolescentes han pasado al menos doce años de sus vidas aprendiendo a entender como son sus padres. Han aprendido a percibir lo que les molesta, lo que les agrada, lo que les causa tristeza, y a veces sin querer queriendo usan sus palabras para generar las reacciones que necesitan y así obtener lo que desean. Este panorama nos pinta una realidad interesante, las generaciones de hijos han cambiado y con ello viene una revelación: las generaciones de padres deben cambiar con ellos.

El padre demasiado bueno

La familia puede considerarse como una democracia en donde el padre tiene una voz y la autoridad para establecer una dirección en el sistema. No como una autoridad monárquica, sino mediante un acompañamiento cercano y presente. Aquí cada miembro conoce su rol, y tiene una voz que resuena en el sistema. Es por ello necesario que la madre reconozca a su pareja como la figura paterna de su hijo. Esto le permite actuar como tal, siempre. Y no sólo cuando ella está cansada, sino también en la vida cotidiana. Es importante no excluirlo, porque es indispensable en la vida afectiva del hijo.

Un padre demasiado bueno y amable que no ejerce su función reguladora, cae en una contradicción casi del tamaño de una paradoja existencial, que posicionará al hijo en un estado complicado para su futuro desarrollo. Aunque sea difícil de creer, el ser demasiado amable es una forma altamente hostil y dañina para el hijo, en formas incalculables.

En este escenario es frecuente encontrar a padres que se encuentran preocupados porque “no son padres demasiado buenos”, ya que han tomado decisiones difíciles o han aplicado consecuencias a sus hijos. Esa idea es precisamente la que distorsiona el proceso. Como lo mencionamos previamente, los adolescentes saben leer las emociones de los padres y si detectan culpa, entonces encontrarán una salida para “el chantaje” o para “la victimización”. Se vuelven expertos en jugar a ser víctimas, y saben perfectamente qué lograrán provocar y cómo hacer sentir mal a sus padres. Debemos entender que debido al proceso natural de maduración cerebral, los adolescentes no cuentan aún con la capacidad de poner primero a otra persona antes que ellos mismos, eso vendrá después.

Esto causa que los padres pierdan el control y que sientan que sus hijos tienen más poder que ellos. La verdad es que este no es un tema complejo, simplemente hay que reconocer que en ocasiones el ser un padre demasiado amable resulta muy dañino para el proceso formativo de los adolescentes. La amabilidad desmedida le impedirá al adolescente evolucionar de manera correcta y saludable en un entorno cultural en todas sus expresiones (escuela, instituciones, clubes, reglas de convivencia, etc.). Si los adolescentes aprenden a ganar en cualquier lugar y circunstancia, no aprenderán de sus errores, a veces es necesario perder para ganar.

Es frecuente encontrar a padres de adolescentes que vivieron carencias, que intentan ser “muy buenos con sus hijos”, bajo la justificación de que no quieren que sufran las mismas carencias. Por ello les regalan todo. No es raro ver que un adolescente promedio de clase media tenga: un iPad, un iPod y un iPhone, además de una laptop. Ellos piden y sus deseos se cumplen. Allí radica un punto clave ya que no se establecen límites y los padres se convierten en proveedores de los deseos y placeres de los hijos. Eso los convierte en negligentes, o para que no suene tan feo digamos “son manos con cartera y no padres verdaderos” generando como resultado hijos primitivos en el tema de la adaptación a la cultura y sus derivados en el aprendizaje académico y para la vida. En este espacio surgen las complicaciones en la relación. Por ello volvamos a las enseñanzas de las abuelitas: A los hijos ni todo el amor ni todo el dinero”.

Dar todo, incluyendo demasiadas cosas materiales a los hijos, les roba la oportunidad necesaria que genera la falta de… Este vacío es necesario para un adolescente, porque le permite buscar, soñar, competir, lo que lo motiva a llenar esa falta. Si jugamos a darles todo y resolverles todo, es decir: ser padres demasiado buenos, temo decirte que esto sólo traerá complicaciones en la relación y en la autonomía de los hijos. Te invito a que reflexiones y recuerdes que para ser padre no tienes que ser perfecto. Debes preguntarte entonces: ¿dónde aprendí a que tengo que ser un padre demasiado bueno? ¿un padre perfecto o ideal? Y quizá entonces surja un padre que promueva el amor, el sostenimiento y la seguridad; pero que a la vez también promueva esa falta de…, para que tu adolescente desee y entonces viva.


Maestro Uziel Morales Amaya

Maestro en Psicoanálisis.
Maestro en Psicoterapia, niños y adolescentes.
Conferencista.
Correo: uziel_moam@hotmail.com

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This article has 2 comments

  1. maria esther

    Me gusto mucho y me ayudo aclarar mis ideas. Gracias por brindarnos estos espacios

    • tuAdolescente

      Gracias a ti María Esther por seguirnos a través de este blog, nos da gusto que nuestras publicaciones te sean de utilidad.
      Saludos,

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